De nuevo me dirijo a vosotros. Fue tan grata la experiencia de la vez anterior, cuando presenté el primer escrito para este blog, que he querido repetir. Me ayudaron tanto en su día libros sobre casos parecidos a los de Isaac que ahora me gustaría compartir nuestra experiencia con todos vosotros que estais viviendo una situación similar.
Si me permitís, en esta ocasión os explicaré nuestras vivencias con mascotas. Yo siempre he tenido especial debilidad por toda clase de animalitos. Poco después de dejar casa de mis padres, compré un gato persa, Dodge, tranquilo y obediente. Me ha acompañado en diferentes etapas de mi vida, ofreciéndome su compañía y cariño incondicional. Cuando Isaac comenzó a andar, iba hacia él con su media lengua, intentando comunicarse a su manera. Tenía cierta curiosidad hacia el animal y, poco a poco, fue introduciéndolo en sus juegos, convirtiéndose así en un compañero. Fuí enseñándole que también tenía que responsabilizarse de él. A día de hoy, se encarga de llenar el comedero y el bebedor de agua, si están vacíos.
Cierta vez, traje a casa un pequeño conejito para que Isaac aprendiera a responsabilizarse desde un principio. Mi idea era que lo viera crecer y fuera otro compañero de juegos. Pero poco duró el proyecto, ya que al cabo de dos días de tenerlo en casa, murió. La verdad es que no sé si llegó enfermo (fue adquirido en una paradita de la calle) o su corazoncito no aguantó los trotes que le dió mi hijo, los cuales el pobre animalillo acababa extasiado. Al verlo desplomado, mi reacción fue reanimarlo, aunque no hubo remedio. Isaac estaba viendo la escena y me gritaba: "Mama, por favor, ponle pilas, que no ves que no funciona?" Aunque ahora, al recordarlo, suena algo gracioso, en aquel momento os aseguro que no. Hasta qué punto mi hijo entendía la muerte?
Desde entonces, fue comprendiendo el concepto de vida y muerte. Le estuvo obsesionando el tema un poco, pero con el tiempo fue asimilándolo mejor y ahora recuerda a Clooney, el conejito, con mucho cariño y ternura.
Los últimos en llegar a nuestra casa han sido una familia de caracoles, que habitan en un pequeño terrario. Isaac les dedica mucho tiempo. Habla con ellos, les lee cuentos, les hace hacer carreras,... Está muy pendiente de que nos les falte su lechuguita y que tengan el recipiente limpio.
El hecho de convivir con animales domésticos es buena terapia para nuestros hijos. Mejora la calidad de vida, por mucha faena y gasto que nos den: alimentación, vacunaciones, cuidados, ... no creeis que compensa si vemos a nuestro hijo feliz? Está comprobado que una mascota reduce la anisedad y contrarresta los trastornos emocionales derivados del estrés, favorecen el aprendizaje y la recuperación, incrementan las conductas de juego y mejora el uso del lenguaje. A parte de aportarles unos valores para su desarrollo personal, convirtiéndose en algo divertido y ameno.
Hemos evolucionado mucho desde que, en tiempos antiguos, los animales eran para el ser humano bestias sin valor, seres irracionales para tareas de cargas. A día de hoy, ensayamos con ellos terapias con delfines como en el Delfinario Aqualand (Tenerife) donde trabajan con personas con trastornos físicos, psíquicos o sensoriales. Se obtienen logros espectaculares, mejorando visiblemente
Isaac y Noelia.
L´Hospitalet de Llobregat.
Hola! Te comento que mi hijo de casi tres años tiene autismo y ya estoy casi convencida (me cuesta un poco)de que cuando llegue la primavera por acá, le vamos a conseguir un par de cachorritos. Después te cuento cómo nos fue!!!
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ResponderEliminarPerdón Mar por el comentario anterior, he cometido un error al entrar y leer entradas del 2011 y me he formado un lío al no ver la entradas más recientes... Lo siento L'avi Manel
ResponderEliminarHola!!!. Qué gran sorpresa encontrarte por aquí. Intento ir escribiendo algo pero sí que es cierto que últimamente tengo el blog un poco abandonado, pero procuro ir subiendo algún artículo que me parece interesante o publicar escritos que me envía la gente. Un abrazo y gracias por todo Manel.
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